Osteopatía, quiromasaje, acupuntura o las terapias bioenergéticas son algunas de las mayores demandas que se producen en el campo de las medicinas alternativas. Están en auge desde hace más de 30 años responden a algo que está unido al origen del hombre. Los sanadores, los taumaturgos, los impositores de manos, los llamados brujos o los chamanes y aquí los ‘petriquillos’ -recuerden a José Francisco de Tellería, de Zerain, que no acertó en la intervención al general Zumalakarregi- siempre han estado presentes.
La Organización Colegial Naturopática (Fenaco) en Euskadi pide que se reconozca su profesionalidad y un título académico que permita mayores garantías a la hora de ejercer su labor. Esta aspiración se remarcó en el I Congreso Vasco de la Profesión Naturopática, desarrollado ayer en San Sebastián.
«Somos muchos y manejamos hasta 3.250 técnicas diferentes para sanar. Por eso lo que necesitamos es una unidad entre todos los profesionales para regular nuestro trabajo. Creo que el término naturópatas, que nosotros defendemos, serviría para aglutinar fuerzas en torno a una actividad en la que hay un tanto por ciento pequeño de fabuladores, pero también personas tituladas y bastantes médicos», señaló Agurtzane Calderón, presidenta de Fenaco en el País Vasco en el acto que tuvo lugar ayer en el salón Kutxa de la calle Andia.
Añadió que la naturopatía está reconocida a efectos fiscales, «pero nos falta regulación académica, que nos permita evitar posibles juicios por demandas que pueden significar multas de 3.000 a 6.000 euros».
Calderón indicó que la reunión significó la «oportunidad de intercambiar experiencias profesionales, docentes, investigadoras y empresariales, además de ser un escaparate para los productos y servicios más innovadores del sector naturopático». Sobre los objetivos básicos del congreso destacó la exposición de los cambios que se están produciendo en la concepción de la salud y el aumento de la asistencia sanitaria por medio de métodos naturales.
Los nuevos confesores
«Antes estaban los curas confesores y ahora somos nosotros -en mi caso concreto como sanergista- los que devolvemos un equilibrio, serenidad y salud al paciente. Para empezar, escuchas con paciencia a la persona, que descarga en esa charla el 50% de su dolencia y a partir de ahí empiezas a trabajar con la imposición de manos, la terapia floral -esencias, aromas- y consigues grandes beneficios sin recurrir a un valium o a otros fármacos».
Subrayó que la enfermedad es un aprendizaje en la vida y que no hay que buscarle el lado oscuro. «Hay que escuchar a tu cuerpo porque seguramente te dice que tienes que cambiar».
Recalcó la importancia de tocar y acariciar al enfermo. «No es ninguna bobada. Se genera un campo de energía que beneficia enormemente al paciente. Con enfermos de cáncer hospitalizados he comprobado esta experiencia que llega incluso al familiar o al amigo que les visita».