La salud es un estado que incluye mucho más que “no estar enfermo”. Según el Principio de la Macrobiótica es un proceso que debe reunir siete condiciones:
1. Vitalidad
Un alto nivel de vitalidad aporta entusiasmo en el encuentro con la vida en el día a día, en lo simple y cotidiano que hace de ella una extraordinaria aventura cargada de sentido, en la que lo “aparentemente” más insignificante cobra su profundidad.
2. Buen apetito
Este capítulo abarca el apetito a nivel general, el apetito por la vida –que no es poco-. Se trata de un estado similar al del niño que está descubriendo el mundo que le rodea, y donde todo lo nuevo le sorprende y maravilla. Es una llamada incesante a la vida, que nos permite renacer en cada momento.
3. Sueño profundo
No depende de la cantidad sino de la calidad. Al conseguir entrar en un sueño nutritivo y profundo todo nuestro ser conecta con ese centro regenerador desde el que nos sanamos, en el sentido más amplio de la palabra.
4. Buena memoria
Esta capacidad está en la misma base del discernimiento, es una de sus herramientas más valiosas y al mismo tiempo tiene una gran influencia en la salud corporal. Tener una buena memoria significa poder codificar todo lo válido y ser capaz de no quedarse estancado ni atrapado en nada. Nuestra buena memoria imprimirá su código secreto a todas y cada una de nuestras células.
5. Buen humor
Significa ser capaz de apreciar el regalo que la vida nos ofrece a cada instante. Cada momento puede ser más o menos agradable, pero es único, irrepetible. Es una creación que se nos regala, y debemos estar disponibles para poder reconocerla.
6. Dinamismo
Nos permite abordar lo que tenemos entre manos con eficacia y fluidez.
Se trata de un estado en el que no es necesario gastar enormes cantidades de energía sino obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo.
7. Honestidad
Este estado surge como algo natural en el ser humano que está centrado, es decir, que vive desde su centro, desde lo que en el fondo es.
Las tres primeras condiciones (vitalidad, buen apetito y sueño profundo) son físicas.
Las tres siguientes (buena memoria, buen humor y dinamismo) son mentales.
La última de las condiciones, la honestidad, es la más importante porque nos conecta con la verdad, con la realidad.
Las emociones y actitudes son el resultado del estado de equilibrio o desequilibrio de nuestros órganos. Son especialmente elocuentes en la valoración de la calidad de la sangre.
Sabemos que producimos nuestra sangre a partir de lo que comemos. De ahí la importancia del alimento en nuestro cuerpo y en nuestras emociones. Y de ahí también nuestras apetencias y nuestros gustos. Nuestras emociones –positivas o negativas- son creaciones nuestras, tienen su propia existencia, y como todo lo que existe intentarán seguir existiendo, y para ello se reforzarán de cualquier forma que les sea posible.
La persona agresiva siente que ha de defenderse porque tiene miedo. Para conseguirlo necesitará comer grandes cantidades de carne y productos animales, y sentirá pánico cuando alguien le aconseje reducir su consumo, pero precisamente estos productos debilitan su riñón, y el miedo, que es una emoción propia de este órgano, aumentará de forma consciente o inconsciente.
La agresividad, la irritabilidad y la violencia están relacionados con el hígado y la vesícula biliar, que de estar en equilibrio aportan un alto nivel de vitalidad, dinamismo, paciencia, flexibilidad, fluidez, amabilidad y tolerancia. Alimentos maravillosos para el hígado son todas las verduras frescas y verdes, la cebada, y el sabor ácido en pequeñas dosis.
La ansiedad, el nerviosismo y el estrés se relacionan con el corazón y el intestino delgado. Cuando hemos saturado al hígado la sangre llega al corazón muy cargada de toxinas, muy sucia, y produce esto síntomas. Sin embargo, cuando la energía fuego del corazón está en armonía, la persona vive desde su centro, y le brota la alegría y el buen humor; es capaz de compartir, de aquí nace el respeto y la gratitud. El corazón es el soberano que gobierna la vida desde el orden y el ritmo. Al corazón le son beneficiosas las frutas y verduras en general, el maíz, los cereales integrales cocinados de forma ligera y en ensaladas. Tenemos que vigilar el aceite –poco y de primera presión en frío- y evitar los fritos.
La preocupación y la angustia surgen de un desequilibrio en el estómago-bazo-páncreas. Conviene cuidar estos órganos, que cuando están bien nos aportan un buen apetito. Nos hacen conscientes de nuestras posibilidades, dándonos apertura y creatividad para encontrar la mejor solución en cada momento. Estos órganos necesitan mucho del sabor dulce, pero ha de ser un dulce de buena calidad, glucosa lenta como la que podemos encontrar en las verduras dulces (zanahoria, cebolla, repollo, calabaza, etc…) y cereales integrales como el mijo. El consumo actual de azúcar refinado debilita estos órganos y alimenta estados anímicos muy recurrentes y pobres.
La depresión y la tristeza, tan abundantes en la actualidad, nacen del pulmón y el intestino grueso en desequilibrio, que también nos roba la capacidad de concentración.
Cuando estos órganos están bien aparece el sentido de la justicia, la rectitud, la honestidad, y una serena alegría de fondo que evoca un sentimiento de seguridad.
Los mejores alimentos para el pulmón y el intestino grueso son el arroz integral biológico, las peras con almendras, y, en general, una dieta limpia. Lógicamente quedarían excluidos los productos lácteos, que llegan los pulmones y los intestinos de mucosidad.
El miedo y la inseguridad, junto con todas las fobias, vienen de un riñón debilitado. Para fortalecerlo conviene comer algas, trigo, azukis, soja negra, cereales integrales y semillas. Cuando el riñón está en equilibrio proporcionará coraje, confianza en las propias capacidades, sabiduría, y un carácter suave y apacible.
Después de este recorrido por nuestros órganos y nuestras emociones, vemos que es mucho lo que podemos hacer por nosotros mismos. A través de una alimentación correcta podemos transformas la calidad de la sangre, mejorar nuestra salud, y ganar en bienestar y en calidad de vida.
Comprender dónde está la raíz de la cuestión es el primer paso para una gran tarea que nos compromete con nosotros y con el mundo que nos rodea.
Fuente: uakix