LOS ÁNIMOS DE LA NAVIDAD
Un año más se aproximan las fechas navideñas. Para los niños es casi de manera inevitable un tiempo de alegría, de juguetes y de diversión. Para los adultos es desigual. Si bien su imagen es de algo agradable, en muchas ocasiones nos damos cuenta de que el trasfondo no es así. No es infrecuente escuchar a algunas personas decir que las Navidades no les gustan, que les entristecen, que a ver si pasan pronto, que es un tiempo en el que se sienten obligados a pasarlo bien, pero no les resulta sencillo… No en todos los casos Navidad es igual a alegría. Y existen razones para ello.
EL NACIMIENTO DEL SOL Y EL NACIMIENTO DE CRISTO
De todos es sabido que la luz solar es fundamental para el desarrollo de la vida. No solamente en lo concerniente a las plantas, base de la pirámide alimenticia, sino también en lo que respecta al organismo de una manera más directa. El sol no es únicamente responsable de la síntesis de vitaminas (principalmente la D), sino que su vertiente electromagnética influye de manera directa en nuestro estado de ánimo. Todos sabemos que en países en los que la luz solar brilla poco tiempo durante el día, el carácter de las personas es distinto al de aquéllas que viven con más sol. También se sabe que en esos países, la deficiencia de luz solar influye en una mayor cantidad de estados depresivos.
DISTENSIÓN
En Diciembre, cuando se celebra el nacimiento de Cristo, la luz solar en Europa y en el hemisferio norte es menor que en el resto del año, con la consiguiente influencia en el carácter de las personas. Pero ¿nació Jesús realmente en diciembre?
Los estudios históricos apuntan a que el nacimiento de Jesús el Nazareno se debió producir aproximadamente en el mes de junio. Como portador del linaje davídico, así debía ser, ya que los descendientes de David debían nacer tras la cosecha, esto es, a principio del verano.
¿Por qué entonces se celebra su natividad en diciembre?
La influencia de la luz del sol sobre las personas se conoce desde hace muchos años, y evidentemente no era algo extraño a los primeros representantes de los cristianos. Sabían que en esas fechas el biorritmo es más bajo, la sociabilidad es menor, el cansancio se nota más… y por ello decidieron “bendecir” ese momento del año con un acontecimiento que, a pesar de lo anacrónico, tuviera un efecto positivo.
No fueron los primeros en reparar en ese detalle. Culturas antiguas ya se habían dado cuenta de que durante esos días de diciembre, la luz solar era cada vez menor. En el imperio romano se celebraban las Saturnales del 17 al 24 de diciembre, dejando el día 25 (día del solsticio de invierno) para la celebración del nacimiento del sol. Fue el emperador Aurelio quien en el siglo III, declaró el 25 de diciembre como el día del Nacimiento del Sol Invicto.
A ello se unió que otros pueblos, como los celtas (cuyos ritos no eran solares, sino que se centraban en la Tierra), durante la noche del 21 al 22 de diciembre celebraban la “Noche del Abeto Plateado”, en la cual quemaban un tronco de abeto y que ha pasado a la actualidad como la tradición del Árbol de Navidad, un abeto plagado de luces.
DISTENSIÓN
A los Padres de la Iglesia, ante la imposibilidad de acabar con muchos ritos que formaban parte de la cultura popular, no les pasó desapercibida la posibilidad de adaptar fiestas paganas al culto cristiano. Por ello, y para sacralizar ese período del año de biorritmo más bajo, decidieron crear una época de fiestas, pero con un tinte más familiar que social, ya que cuando se está con pocos ánimos, es más fácil estar en un ambiente familiar que en uno social. No es necesario disimular tanto. Serían unas fechas que deberían estar cargadas de alegría, y obviamente, nada más alegre que el nacimiento de Dios.
Fue el Papa Julio I quien en el año 345 declaró como fecha del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, y San Agustín quien declara que no había que adorar al sol, “sino al Creador del sol”. Ello hizo que una fiesta tradicional del culto solar que celebraba que el Astro Rey volvía a “acercarse” a la Tierra y por tanto a “renacer”, pasara a ser la onomástica de Cristo, quien al fin y al cabo, tiene mucho que ver con los ritos solares.
Posteriormente con la conquista de América, se trasladó la fecha sin reparar en que en algunos lugares del Nuevo Mundo la luz solar en diciembre es mayor que en julio, pero la tradición ganó el pulso a la lógica.
PERO A PESAR DE TODO…
… la luz solar y las corrientes electromagnéticas del sol siguen siendo más débiles al igual que nuestro estado de ánimo.
Son fechas en las que se recuerda de manera especial a las personas que no están entre nosotros, precisamente por lo familiar del ambiente y por las características de los biorritmos. Ello hace que algunas personas sientan una especie de choque interno, ya que se ven socialmente condicionadas a pasarlo bien cuando en realidad les cuesta mucho sonreír.
Y llenamos las ciudades de bombillas, de pequeños soles artificiales que parecen querer emular al verdadero sol que se aleja, y repartimos y compartimos regalos para sentirnos protegidos y queridos en un momento en el que necesitamos más cariño y protección que nunca. Y regalamos energía positiva en forma de presentes bajo la advocación de los Reyes Magos, que desde los tres centros de sabiduría rindieron homenaje al Recién Nacido, o de Papá Noel, que a pesar de lo que parece, entre sus orígenes está el español.
DISTENSIÓN
Pero en muchos casos se confunde ese estado biorrítmico con un estado de depresión, la famosa depresión navideña.
En este caso se mezcla el componente exógeno de la depresión (cuando se produce el estado depresivo por causas externas a la persona) con uno endógeno (por causas internas). Y en algunos casos se dispara el consumo de substancias antidepresivas.
AYUDAS
Quizá lo principal en estos casos, la principal ayuda, sea el conocimiento de los motivos. Saber que es normal, que a todos nos pasa de una u otra manera debido a la lejanía del sol, que es pasajero y que forma parte del ritmo anual.
Paralelamente, en casos de necesidad, puede recurrirse de manera puntual (y siendo conscientes de que si se prolonga ese estado, es necesario que sea evaluado por un profesional) a productos fitoterapéuticos como el Triptófano, el Hipérico -Hypericum Perforatum- (contraindicado si se está tomando cualquier medicación con antidepresivos IMAO y si se va a viajar a países con mayor luz solar por problemas de fotosensibilidad). En la vertiente homeopática se podría contar con Ignatia Amara (si se ha producido una pérdida reciente, si se producen alteraciones de carácter –alegría-triseza- varias veces al día y si mejora ese estado con la compañía y la distracción), Pulsatilla (si el estado de tristeza produce introspección y mejora con el consuelo), Natrum Muriaticum (si se produjo una pérdida hace tiempo pero aún se sienten sus efectos) y Phosphorus (para personas vitales y entusiastas que caen en una depresión asténica) entre otros. Igualmente se puede tomar la combinación de oligoelementos Cobre-Oro-Plata en casos de depresión asténica como regulador enzimático.
Una de las cosas que más le cuesta al ser humano es convivir con las contradicciones a pesar de que la vida esté llena de situaciones así. Un período de tiempo en el que la persona se siente con tendencia a la tristeza, se puede tornar más complicado si se ve en la obligación de “pasarlo bien”. Pero a pesar de todo, quizá es la mejor manera de sobrellevar un período del año con estas características. Al fin y al cabo ya se sabe que el gen responsable de la alegría es el mismo que el de la tristeza. Depende de cómo se active… quizá eso nos dé algún tipo de pista…