La falta de identidad profesional puede suponer un lastre para el avance de la Naturopatía y puede afectarnos en nuestro propio desarrollo profesional de una manera multisistémica, tanto en nuestra praxis cotidiana, como en nuestras relaciones con otros profesionales de la salud en particular y con la sociedad a la que nos debemos en general.
La Naturopatía contemporánea se contempla y ejerce desde un punto de vista reflexivo y con una elevada responsabilidad al mismo tiempo que se intenta consensuar una terminología adecuada (y unificada con unos criterios comunes) para evitar la utilización de distintos lenguajes. Este lenguaje común permite el manejo de las mismas realidades científicas, académicas, profesionales y corporativas, a la vez que facilita la búsqueda de pruebas científicas para basar nuestros práctica profesional en coherencia con la evolución del conocimiento.
Y este punto. el de la nomenclatura, es un punto candente en muchos debates debido a la fragilidad de nuestra identidad profesional, no porque no esté bien definida, si no por lo mucho que han contribuido las escuelas de formación y los propios Naturópatas a que se diluya en exceso.
Los conceptos que definen a la Ciencia y Profesión Naturopática los dejo bien definido Benedict Lust, a principios del siglo XX, conceptos y modelos conceptuales que se han ido desarrollando durante la historia reciente de la Naturopatía. Pero desde nuestros orígenes nos han llamado de diversas maneras en su mayoría son erróneas (medicina natural, terapia natural, medicina complementaria…..), puede ser por ignorancia y otras porque simplemente desconocen lo que somos o por querer desprestigiarnos y esto lamentablemente ha continuado hasta el día de hoy y para que estos errores de denominación dejen paso a la claridad conceptual de la Naturopatía, es importante que desde nosotros conozcamos realmente qué somos, para poder dar estos conocimientos hacia los demás.