Nunca has pensado que cerebro e intestino van de la mano? ¿No?… y sin embargo, seguro que has sentido mariposas en el estómago, no has podido comer por tristeza o has tenido que ir urgentemente al baño tras una situación de nervios.
Eso es porque cerebro e intestino trabajan muy juntos. Los científicos llevan más de treinta años investigando este complejo intercambio de mensajes, también conocido como “eje cerebro-intestino”.
Como seguramente recordarás, el intestino delgado recibe la comida del estómago y continúa la descomposición del alimento iniciada en el segundo. Las paredes absorben los nutrientes, que pasan al torrente sanguíneo y se apartan los desechos, que van al intestino grueso, donde se forman las heces. Así, El 90% de la fauna microbiana que vive en nuestro interior compone la microbiota, que recubre las paredes y vellosidades de nuestro intestino.
El segundo cerebro
Desde los años 70 se han publicado diferentes estudios en los que se recogen evidencias sobre el eje intestino-cerebro a pesar de la barrera hematoencefálica. Sabemos, por ejemplo, que la serotonina (relacionada con la felicidad y el buen humor) se produce mayoritariamente en nuestros intestinos.
Asimismo, se ha demostrado que las sustancias químicas producidas por las bacterias intestinales tienen influencia sobre el sistema inmunitario y estas, a su vez, sobre el cerebro.
La disbiosis
El equilibrio o eubiosis de la microbiota está directamente relacionado con nuestro estilo de vida. Tampoco se puede obviar que la herencia genética y otros factores de reciente descubrimiento. Hay estudios que recogen la influencia de la microbiota vaginal e intestinal de la madre durante la gestación e, incluso, las repercusiones del tipo de parto (natural o mediante cesárea).
No obstante, una dieta con bajo o nulo contenido en fibra y el consumo excesivo de alcohol, alimentos ultraprocesados y antibióticos se han relacionado con la disbiosis o desequilibrio de la microbiota intestinal y el desarrollo de enfermedades tanto físicas como mentales.
Cómo mejorar nuestra microbiota intestinal
Aquí te quiero hablar de 3 puntos principales:
Alimentación
Prebióticos
Probióticos
En cuanto a la alimentación, debemos pensar en dos aspectos clave: fibra y fermentados. Así pues, consume fruta, verdura, cereales integrales y productos como chucrut, kéfir o kombucha.
En lo que respecta a los prebióticos: La fibra dietética y los prebióticos sirven de alimento para la microbiota y en muchos casos resulta complejo diferenciarlos. Es más, en algunas publicaciones científicas los prebióticos se consideran un tipo de fibra alimentaria, aunque con más efectos beneficiosos para la salud ya que, además, mejoran la salud del epitelio intestinal y intervienen en estados proinflamatorios.
Las sustancias prebióticas pueden controlar la disbiosis intestinal favoreciendo el crecimiento de Bifidobacterium spp. y Lactobacillus spp. Además, ayudan a evitar que las células patógenas se adhieran a las células de la mucosa intestinal.
Otras fuentes de prebióticos son: raíces, tubérculos y rizomas de plantas (contienen inulina); plátanos, cebollas y trigo (contienen fructooligasacáridos, FOS) y derivados de la leche (contienen galactooligosacárdisos, GOS).
¿Y qué son los probióticos? El uso de probióticos, esto es, bacterias específicas que puedan desplazar las bacterias malas que favorecen la restauración de la eubiosis intestinal.
Según se cita en un estudio publicado en 2017, la OMS considera que los probióticos mejoran la función de la barrera intestinal. Otros estudios demuestras que previenen la adhesión y colonización de patógenos y toxinas.
La combinación de ambas técnicas (prebióticos y probióticos) se ha utilizado para abordar diferentes patologías.
Como ves, estamos hablando de un tema muy serio, así que te recomiendo que consultes siempre con un profesional de la Naturopatía para adaptar los abordajes terapéuticos a tus necesidades.