«En el mundo de lo infinitamente pequeño, aseguró Michel Cohen, no se pueden medir la velocidad ni saber la posición de una partícula. La luz es onda o partícula, pero nunca las dos cosas a la vez». Es el principio de incertidumbre de Heisenberg.
La física cuántica ha evidenciado con claridad las interrelaciones existentes entre las realidades materiales y espirituales. «En el mundo cuántico no existe separación alguna entre espíritu y materia».
Dos conceptos que «se cruzan en nuestro cerebro, lugar privilegiado donde el mundo real y el espiritual se complementan», afirmó este licenciado en filosofía, diplomado en naturopatía y autor, junto a la doctora en medicina Rosa María Cohen, del libro El cerebro y la anatomía de la liberación.
Editado por la Fundación Rosarium, el libro lanza la hipótesis de que «nuestro cerebro trabaja de forma cuántica». El cerebro es una fábrica de energía y de vibración. «Materia, energía y consciencia son inseparables, asevera Cohen, y ésta última se adapta al nivel del estado de vibración de la materia que capta a través de los sentidos».
Ante la pregunta: «¿ existe un estado de consciencia que sea sinónimo de libertad, de realización espiritual?, Rosa María Cohen responde que «sólo podremos experimentar una realidad superior si purificamos nuestros deseos. El ser humano es prisionero de sus deseos y de sus sentimientos, que condicionan nuestros pensamientos y emociones. El cuerpo humano es capaz de transformaciones instantáneas de naturaleza cuántica, cambios que pueden ser estabilizados por nuevos estados de consciencia cuando se mantienen».
Los Cohen acuden al epigrama que para ellos constituye una de las claves más relevantes de la filosofía hermética: «Recibirlo todo, entregarlo todo y así renovarlo todo, para colocarnos en la tierra, sí, en nuestra realidad».
Fuente: levante emv.com