De los dieciséis a los diecinueve años, Edward trabajó en la fundición de su padre, lo que le permitió adquirir conocimientos y comprensión de la naturaleza humana, al convivir diariamente con sus compañeros de trabajo; vivenció en que manera el temor a la enfermedad con las consecuencias económicas que acarreaba, estaba siempre presente en la mente de sus compañeros. Decidió, pues, empezar la tarea que ya desde niño había tenido clara. Se dio cuenta de que si quería descubrir un remedio diferente, necesitaba una auto-idea; sintió que le era necesario redescubrir verdades acerca de la enfermedad y de la curación de la humanidad por experiencia directa …
Su decisiòn de ser médico, para ocuparse del sufrimiento de los seres humanos, fue precoz. Estudiò en la cercana universidad de Birmingham, se graduó en 1912 e iniciò su pràctica clìnica en Londres. Los primeros años de trabajo estuvieron caracterizados por un gran entusiasmo y por el deseo, que nunca abandonò, de hacer aùn màs, de ir màs allà, experimentando nuevos caminos. El niño curioso y reflexivo se habìa vuelto un adulto que seguìa observando el mundo y haciéndose mil preguntas, sin desalentarse, aùn cuando no encontraba las respuestas.
El joven mèdico pensaba que el hombre no es una màquina, con engranajes que van lubrificados y sustituìdos, el hombre es un ser complejo en el que la mente y el cuerpo no pueden tomarse por separado, en el que cada singular aparato se relaciona con todo el resto. Cada hombre tiene su historia, emociones, sensaciones, suenos y necesidades que no se pueden ignorar. Y sin embargo la atenciòn de sus colegas y del mundo académico estaba siempre dirigida solo a la enfermedad.
Para Bach no quedaban dudas: lo que debìa ser curado era el ser humano en su complejidad. No era suficiente conformarse con tamponar los sìntomas.
Después de un año en el departamento de cirugìa del Hospital de la University College de Londres, el joven Bach decide pasar a la inmunologìa. Sus estudios lo llevaron a descubrir en el estòmago de algunos enfermos crònicos, un tipo particular de bacterias que estaban casi ausentes en el organismo de las personas sanas. Al final de esta investigaciòn consiguiò producir una vacuna que obtuvo òptimos resultados.
Absolutamente absorbido por sus estudios, Bach se preocupaba poco por su propia salud. Esto podrìa parecer un contrasentido, mas no es raro, estudiando la vida de los grandes personajes, obeservar en ellos aquellos errores que luego habrìan descubierto y corregido. Tal vez es justo esta capacidad para equivocarse y aprender de los propios yerros lo que los vuelve realmente “grandes”.
En julio de 1917, después de años de trabajo duro a causa de la primera gerra mundial, Bach fue operado de urgencia. El diagnòstico es terrible: le dan sòlo tres meses de vida a causa de un tumor en el bazo, ya extendido. De frente a la perspectiva de una muerte inminente, Bach reaccionò como cualquier otro ser humano: cayò en una profunda depresiòn, de la cual saliò alimentàndose de energìas inesperadas. Si tenìa que morir, no habìa tiempo que perder, tenìa muchas cosas para hacer, tenìa que estudiar y experimentar.
Se concentrò en el trabajo. pasaron tres meses, cuatro, cinco… sus colegas lo miraban estupefactos. No solo todavìa estaba vivo, sino que los anàlisis no dejaban lugar a dudas: su enfermedad estaba regrediendo. Bach descubriò asì, a costa de sì mismo, que la energìa producida por una gran pasiòn era capaz de vencer qualquier negatividad. Fué asì que aquella que se habìa presentado como una tragedia, se volviò el punto de partida para sus nuevas y fundamentales investigaciones, que lo habrìan llevado, anos después, a la identificaciòn de sus “remedios”: las hoy famosas Flores de Bach, que cada una, con su propia identidad, apunta a restituir energìa al cuerpo y a la mente.
Sus intuiciones sin embargo no conseguìan encontrar el camino para llegar a una investigaciòn sistematizada, esto es, pràctica clìnica concreta. Fundamental fue la lectura de Organon , de Samuel Hannemann, uno de los padres fundadores de la Homeopatìa, quien como Bach, pensaba que el paciente visto como persona fuese mucho màs importante que la enfermedad. Ademàs no usaba vacunas, curaba con hierbas, plantas, metales y hasta venenos, usados en dosis infinitesimales.
Gracias a la Homeopatìa, Bach consiguió sistematizar sus propios descubrimientos, llegando, junto a su colega Paterson, a la preparación de nuevas vacunas, llamadas “nosodos”, que aún hoy se aplican homeopàticamente, sobre todo en la cura de algunas enfermedades crónicas.
Prosiguiendo con estos estudios, dividiò las bacterias responsables de estas enfermedades en siete grupos, y fiel a su idea de poner al hombre, esto es el paciente, en el centro de la investigaciòn, empezò a estudiar las caracterìsticas comunes de las personas che necesitaban la misma vacuna. Resultaron siete perfiles psicològicos diferentes. Bach empezò entonces a hacerse una pregunta revolucionaria para aquella época: y si fuese la ìndole, el estado de ànimo, el que provocaba la enfermedad? Esta pregunta sentarìa las bases para sus estudios sucesivos, aquellos que lo habrìan llevado a la identificaciòn de sus extraordinarios “remedios”. Decidiò abandonar entonces su estudio médico de Londres para dedicarse completamente a la investigaciòn de un nuevo método de cura, totalmente basado en el estudio del alma humana.
En 1912 volviò a Galles, a su amada campina. Sus vacunas, los “nosodos”, se iban perfeccionando y funcionaban, pero no con todos sus pacientes, y a veces las enfermedades, despuès de un perìodo de regresiòn, se volvìan a presentar. Ademàs, los nosodos, eran todavìa producidos por bacterias. Durante sus largos paseos inmergido en la naturaleza, Bach llegò a recoger e identificar los dos primeros remedios: Mimulus e Impatiens. Con estas flores preparò nuevos nosodos. Para elegir los pacientes adaptos para recibir este método de cura se dejò guiar por su intuiciòn, buscando la semejanza entre la planta y el perfil psicològico del paciente.
Mimulus, una flor que aparece fràgil, fue subministrada a pacientes que mostraban timidez, pequenos miedos. Impatiens, la flor “impulsiva”, que proyecta lejos de sì sus propias semillas, fue subministrada a pacientes màs nerviosos y apurados. Los resultados fueron inmediatamente satisfactorios. El camino estaba trazado.
El perìodo sucesivo, y hasta 1932, lo viò pasar horas y horas en estado de contemplaciòn de las plantas de su infancia, con la intenciòn de “entender” a las flores, estudiando sus aspectos y caracterìsticas. Llegò asì a la identificaciòn de las primeras doce flores. El mètodo funcionaba, pero aùn una vez màs, no con todos los pacientes. Edward Bach decidiò entonces profundizar los conocimientos del alma humana, buscando las miles sutilezas posibles que hacen de cada hombre un ser diferente a todos los demàs. Las emociones negativas fundamentales habìan sido identificadas, el miedo, el terror, el pànico, la actitud mental que lleva a torturarse, a rumiar los pensamientos, la indecisiòn, la indiferencia y el aburrimiento que llevan a no amar màs a la vida, la invadencia, la debilidad y la poca estima por sì mismo y por las propias capacidades, la impaciencia, la soledad, el entusiasmo devastante… cada uno de estos sentimientos debìa ser ulteriormente analizado. El miedo, por ejemplo, podìa concentrarse sobre algo preciso como la muerte o la enfermedad, pero también hacerlo en forma vaga, indeterminada. Habìa mucho camino por recorrer…
Bach recomenzò su investigaciòn y la concluyò en 1935, con la identificaciòn de 38 remedios que aùn hoy forman la estructura de su método de cura. Al mismo tiempo se ocupò de divulgar lo que habìa descubierto. Tratò de ensenarlo a sus colegas, y èsto le procurò no pocos problemas con los representantes màs conservadores de la clase médica. Tal vez fue por ello que pidiò ser cancelado de la Orden de los Médicos, declarando que querìa ser considerado solo un herboristero.
Antes de marchar enfatizó la importancia de mantener el sistema lo más sencillo posible, luchando contra cualquier intento de alterar su pureza y también nos dejó un escrito.
Queridos amigos: Sería maravilloso construir una pequeña Hermandad, sin rangos ni categorías, donde nadie fuera más ni menos que los otros, para dedicar nuestras vidas a cumplimentar los siguientes principios:
5. Cuanto más profundicemos en la confianza de quienes nos rodea, mejor podremos influenciarles nuestra convicción de que todos nosotros somos solamente agentes de la Divinidad, enviados para socorrerlos en sus necesidades.
De esta forma, lograremos que crean nuevamente en el Amor, la Misericordia, la Compasión y la Fuerza Omnipotente del Más Alto. Edward Bach.
Unas semanas antes de abandonar este mundo afirmó a sus colaboradores: Mi tarea esta cumplida… Mi misión en este mundo ya ha finalizado …
Muriò durante el sueño, en su casa de Mount Vernon, en el Sussex, hoy sede del Bach Center. Era el 27 de noviembre de 1936, habìan transcurrido 19 años desde aquel diagnòstico de la medicina, que le habìa dado 3 meses de vida. Edward Bach nos deja un método que luego de màs de sesenta años sigue difundiéndose y desarrollàndose, y 3 simples libros: “Cùrate a ti mismo”, “Los doce curadores”, y “Lìbrate a tì mismo”, que son todavìa capaces de ilustrarnos sobre el proceder humano