Para los menesteres laborales y en puntuales momentos de necesidad, los saludadores eran con frecuencia requeridos, contratados y satisfechos económicamente por parte de los Concejos o Ayuntamientos, ya de ciudades ya de pueblos, llegando incluso en ocasiones a consignarse una cantidad permanente o retribución anual, a la par que por ejemplo las destinadas al médico, boticario, albéitar, cirujano sangrador, sacristán, guarda de campo o a la renta del toro semental etc
Los ayuntamientos contrataban a los saludadores pagándoles una cantidad de dinero o de trigo para que atendieran a los vecinos y a sus ganados. Si el saludador vivía en otra población se comprometía a hacer un par de visitas al año, casi siempre en primavera y otoño, y cuando se le avisase por haber ocurrido algún caso de rabia.
Otras veces la cantidad fijada en el acuerdo sólo era para pagar las dos visitas anuales y por cada vez más que el saludador fuese llamado, tenían que abonarle un jornal además de los gastos de caballerías, criado, manutención y alojamiento, en caso de que tuviera que hacer noche.
Hubo contratos entre municipios y saludadores que duraron bastantes años.
El último día de agosto de 1456 el Concejo de Nájera pagó 100 maravedís a un saludador que había llegado a la ciudad a sanar
En 1495 el de Madrid pagaba a Juan Rodríguez de Palacio, saludador de Getafe, un cahíz de trigo al año: “…por desde Nuestra Señora de agosto en un año con salario de un cahíz de trigo, con que sea obligado de venir cada vez que la villa le llamare…”.
Unos años después seguía sin haber saludador en Madrid, y decidieron sus autoridades pagarle el alquiler de una casa al de Alcobendas para que se fuera a vivir allí: “Acordaron los dichos señores, que porque en esta villa no hay saludador y se daba salario al de Alcobendas y se avía d’enbiar por él cada vez quera necesario y se viene a bevir a esta dicha villa, Juan Garçia, saludador, el qual no pide, salvo que la dicha le dé una casa en que more e gela pague que le davan e dieron para el alquiler de la dicha casa, 500 maravedís por un año”.
Refiere Pio Caro Baroja, en Los Vascos que “en los archivos de Valmaseda (Vizcaya), villa encartada, que ponía un cuidado particular en remediar las plagas de las viñas no solo con conjuros y exorcismos efectuados por sacerdotes expertos, sino también contratando saludadores de fuera (en 1516, 1529, 1532, 1583..etc…)”.
En El Burgo de Osma (Soria), al parecer no debía existir saludador propio encargado de esos menesteres, si bien si recurrió la localidad a solicitar sus servicios en algunas ocasiones. Así, en 1601, el propio Ayuntamiento pagó 2.555 maravedís al saludador de Herreros que vino a saludar al ganado enfermo. En 1620 se documenta un descargo de 12 reales por ir de nuevo en su búsqueda. Y ya en 1667 se abonan otros 22 reales de la paga de fin de diciembre a Bartolomé Sanz, saludador y también vecino de Herreros. Datos todos que a la vez nos revelarían la tradición en saludadores de este pueblo soriano
El concejo de Lagrán (Álava) pagaba a una saludadora en 1605, de acuerdo con el contrato hecho con ella, dos fanegas y media de trigo al año que entonces valían 42 reales.
El Ayuntamiento de Enguera (Valencia) abonaba el 3 de julio de 1621 a Alfonso de Medina la cantidad de 4 libras, que se habían de pagar anualmente, y le nombra saludador «para que los que sean mordidos por perros rabiosos los cure con su saliva».
También hubo mujeres saludadoras como María Almarza, saludadora de oficio, fue durante la primera mitad del siglo XVII llamada y contratada en repetidas ocasiones por la localidad Navarra de Viana para saludar a la gente y los ganados por causa de la rabia. Finalmente incluso llegó a disfrutar hasta 1634 de una pensión anual concedida por la villa
El saludador que contrató el ayuntamiento de Hernani (Guipúzcoa) en los años de 1635 a 1643, percibía 50 reales anuales por visitar la villa una vez en marzo y otra en septiembre.
La ciudad de Valencia en 1661 abogaba ante el Consejo de Aragón para el nombramiento de un saludador y sugería su salario. En 1670 pedía licencia para dar asimismo un estipendio al saludador de la ciudad.
Así, en Orihuela en los albores del siglo XVI, según J. Rufino Gea, para combatir los males se disponía de cuatro boticas, cinco saludadores y tres médicos.
Las gentes de Burón, así como las del Concejo de Riaño, durante el siglo XVIII, tenían por norma contratar los servicios de un saludador, para que «saludase» a sus ganados. En el caso de Burón, y tal como se desprende de las Ordenanzas Municipales, dicho saludador no debía salir del término del Concejo en el plazo de un año, debiendo estar dispuesto en todo momento a atender a las reses enfermas. En el caso de Riaño se solía traer un saludador de Tierra de la Reina o de Palencia, y, a diferencia del anterior, éste sólo acudía en caso de que fuese requerida su presencia, viviendo casi siempre fuera del término del Concejo. Según reza en los libros de cuentas del Concejo de Burón, se pagaba al saludador 50 reales por sus servicios. y tal como figura en un documento fechado en el año 1742, en el que se hace mención a los gastos del Concejo en el ejercicio del año anterior, se justifican «23 reales que dieron a Joseph Sierra por ir a buscar al saludador», así como «35 reales que llevó al saludador de Billada». (Revista de Folklore nº 111, pag. 75 – 82).
El concejo de Rascafría pagó los servicios de un saludador de la localidad de Sotosalvos en Segovia en 1730 “para que fuera a recoger los ganados para saludarlos” pero también de una saludadora por dos veces como consta en 1716 El concejo de Bustarviejo envió a una persona de confianza para ir a Colmenar Viejo a buscar a un saludador en 1721 porque unos perros con rabia habían mordido a algunas reses. Le encontró y tanto en 1722 como en 1724 se le pagó para “saludar los ganados” de la localidad y de Navalafuente. Desconocemos la identidad de este saludador de Colmenar Viejo, sin duda conocido en la comarca, ya que fue solicitado, más de veinte años después, por el concejo de Rascafría en 1748.
El tantas veces recurrido Catastro de la Ensenada nos proporciona referencias sobre varias localidades, así, la burgalesa de Valdeande, incluida en 1753 en la diócesis de Osma, por medio de su Concejo tenía consignada por entonces para el saludador la dotación de 2 fanegas de trigo o cebada. En 1752 y en el lugar de Maello, jurisdicción de Segovia, el gasto anual del Común considerado para el saludador y recogido en el Catastro era de 69 reales.
A mediados del siglo XVIII y en el mencionado Catastro de la Ensenada fueron registrados como tales cinco saludadores en cuatro localidades de Soria:
Deza, donde figuraban dos saludadores a los que se les consideraba a cada uno 400 reales de vellón de utilidad. Se trataba de Alejandro Lozano, con 6 hijos y Pedro Manrique con 7
Berlanga de Duero contaba con el saludador Antonio Groba, al que se le regulaban unos ingresos anuales de 50 ducados (550 reales de vellón). Contaba con un hijo.
En Castilfrío de la Sierra el saludador se llamaba Joseph Ruiz de Arrivas, de utilidad o renta al año de 229 reales de vellón, siendo a la vez que saludador mesonero.
San Esteban de Gormaz contaba con un saludador llamado Felipe Sanz, regulándose una utilidad o renta anual de 550 reales
En estos casos la ganancia estimada o considerada para los saludadores en relación con los profesionales sanitarios, médicos, boticarios y albéitares era más menguada que la de éstos. Se supone que por razones obvias ya que sus intervenciones serían más extraordinarias.
Estas diferencias de salarios dependerían, lógicamente, del número de vecinos de cada población y de las cabezas de ganado que tuvieran que ser atendidos. Así, por ejemplo, a mediados del siglo XVIII, según el Catastro de Ensenada, en el pueblo madrileño de Cabanillas de la Sierra, con sólo 41 vecinos, pagaban a un saludador 45 reales al año mientras que en otros con mayor número de habitantes como Chinchón, Guadarrama y Moralzarzal les daban a los suyos 400, 130 y 100 reales respectivamente.
Un dato curioso, que demuestra la actuación de los saludadores en corridas de toros, se produjo cuando se propagó la noticia de que los toros castellanos procedentes de Tordesillas, que habían de ser lidiados el 8 de julio de 1677, padecían “defecto de haberlos ojeado”, por lo que el Ayuntamiento de Pamplona contrató a un saludador, Domingo Pesador, que cobró una cantidad parecida a los estipendios pagados a los catorce toreadores navarros que intervinieron. A este saludador se le abonaron los honorarios al día siguiente de la corrida.
Cuando el saludador era un niño, el acuerdo se firmaba con su padre. En 1711 había en Oyón (Álava) un niño de 14 años llamado José Ruiz que tenía, según su padre, gracia gratis data para curar la rabia. Fue contratado por el municipio de Berredo (Álava) por 30 reales al año, más los gastos, para que les asistiese en “todas las ocasiones que subzediese penuria de dicha enfermedad”. Acudiría “con toda puntualidad y solo avisso de palabra o escrito”.
Etiquetas: Cuadernos Historia Naturopatia