Todos los alimentos, siempre que sean frescos y saludables, contienen principios útiles para nuestro cuerpo, pero el yogur tiene características únicas. Un alimento muy antiguo, ya utilizado por los sumerios miles de años antes de Cristo, el yogur mantiene todos los valores positivos de la leche fresca de la que se obtiene, enriqueciéndose con otras propiedades, a través de la acción de las llamadas enzimas lácteas.
El Lactobacillus Bulgaricus y el Streptococcus Thermopbilus transforman la lactosa (el azúcar presente de forma natural en la leche) en ácido láctico, la sustancia que da a este producto su acidez característica. Y es el grado de este último lo que hace que las proteínas del yogur sean más digeribles que las de la leche y facilita la absorción del calcio por el cuerpo.
El yogur tiene efectos beneficiosos sobre la flora intestinal y, por consiguiente, sobre la asimilación de muchas sustancias (las vitaminas primero).
Sin duda es un alimento que debe incluirse en una dieta saludable y no engordar, porque tiene muchas ventajas. No sólo porque aporta pocas calorías (recuerde que en el yogur ligero el contenido de calcio es ligeramente superior al del yogur entero) y puede sustituir a la mantequilla y el aceite de sazonar, de alto contenido calórico, sino también porque tiene un alto índice de saciedad y, por lo tanto, calma el hambre.
Como fuente de calcio, el yogur es por lo tanto preferible al queso, que es más graso, calórico y fuente de colesterol. Y también es preferible a la leche en caso de intolerancia a la leche.