El concepto de belleza dictado por la sociedad es muy relativo y reductivo. A menudo puede ser una causa de la no aceptación de uno mismo, con la consiguiente sensación de malestar y una prisa frenética por parecerse a ciertos ídolos, distorsionando así el propio ser.
Pero si comenzamos a “observar cuidadosamente” en lugar de mirar siempre con un ojo superficial y crítico, podríamos descubrir la verdadera belleza que se esconde detrás de las formas de nuestra cara.
Conocer la morfopsicología le permitirá salir de los estereotipos de belleza y sentirse fea o fea, pero podrá comprender su belleza única, porque cada detalle de su rostro revela una función específica que lo hace único.
Podrá comprender su carácter, sus talentos y sus debilidades, cualidades y defectos, pero también cuáles son las tareas laborales más adecuadas para usted y cómo dominar las tendencias opuestas hacia un mayor equilibrio y bienestar.
A cada forma corresponde una función: un ejemplo obvio está representado por los cubiertos. El cuchillo tiene la función específica de cortar porque tiene una determinada forma, al igual que la cuchara le permite consumir el caldo y ciertos tipos de postres, que sería imposible consumir con el cuchillo.
Del mismo modo, las formas de nuestra cara revelan una función psicológica y de carácter basada en su estructura. Seamos más específicos.
La morfopsicología es una ciencia humana, nacida en Francia en la primera mitad del XX por Louis Corman (1901-1996), médico psiquiatra francés, que tiene como objeto el estudio de la personalidad (psique ) a través del análisis de la forma (el morfo ) de la cara.
Luego estudia las leyes que regulan la relación entre los rasgos faciales y los de la personalidad en su dinámica y transformación, lo que permite alcanzar un conocimiento profundo de la personalidad individual.
La morfopsicología interpreta la interacción continua entre el cuerpo, la psique y el entorno y su transformación a lo largo del tiempo , siempre refiriéndose a la totalidad de ser / cara: cada parte específica de la cara en sí misma no significa nada si no se inserta en un todo.
El marco y los receptores.
La imagen es el esqueleto de la cara, la parte más sólida, representa el inconsciente y las reservas de energía vital. Cuanto más amplia es la imagen, mayor es la energía, la voluntad y, a veces, la agresión.
Los receptores sensoriales son los ojos, la nariz y la boca. Son nuestras ventanas al mundo y, dependiendo de su apertura o cierre, indican cómo recopilamos información del medio ambiente.