El aproximarse del final de año suele traer celebraciones, fiestas y balances. Dentro de nuestros hogares, creamos abundancia y calor en respuesta a la oscuridad y el frío que impregnan el exterior. Es posible que nos encontremos durmiendo más horas y anhelando el tiempo de inactividad, como los animales que entran letargo en las profundidades de sus cuevas durante el invierno.
Como cada ciclo que se cierra, este periodo representa una gran ocasión para dedicar un tiempo a recordar lo que más nos ha gustado de estos últimos 12 meses y también lo que menos. Pensemos en lo que nos queremos quedar del año que se va y en lo que han sido sus regalos preciosos: las vivencias, las emociones, las experiencias y las personas por las que estamos agradecidos, de las que hemos aprendido, que nos han hecho sentir bien y que nos han permitido evolucionar en nuestro camino.
Para mirar hacia delante, para que nuestros sueños y buenos propósitos se hagan realidad, podríamos pensar en todo lo que ya tenemos, tomar mejor conciencia de los que son nuestros recursos y desde allí, desde nuestras fortalezas, reconocer lo que nos hace falta para aportar los cambios que deseamos en nuestra vida.
Si queremos mirar a la naturaleza y aprender de ella, observemos cómo se entrega con tanta gracia al vacío invernal que precede a toda forma, a la paz que precede a la actividad, a la oscuridad que precede a la luz.
Buen letargo ? … y ¡Feliz Año Nuevo!