Tilg, H., & Moschen, A. R. (2015). Food, immunity, and the microbiome. Gastroenterology, 148(6), 1107-1119.
Cada vez hay más pruebas de que los componentes ingeridos en la dieta están involucrados en la patogénesis de trastornos como las enfermedades inflamatorias del intestino, la aterosclerosis y la diabetes tipo 2. Los nutrientes pueden tener efectos a corto y largo plazo en la configuración de la composición de la microbiota.
Las dietas occidentales (enriquecidas en grasas, fosfatidilcolina y L-carnitina) promueven la inflamación y la aterosclerosis a través de ácidos grasos específicos y productos de degradación como el N-óxido de trimetilamina.
Otros factores dietéticos como los carbazoles o las proteínas enriquecidas con triptófano tienen propiedades antiinflamatorias, en parte a través de la activación de los receptores de hidrocarburos de arilo.
La microbiota y su maquinaria metabólica producen una miríada de metabolitos que sirven como mensajeros importantes entre la dieta, la microbiota y el huésped. Los ácidos grasos de cadena corta afectan las respuestas inmunes y la integridad epitelial a través de receptores acoplados a proteínas G y mecanismos epigenéticos.
Al aumentar nuestra comprensión de las interacciones entre la dieta, la inmunidad y la microbiota, podríamos desarrollar enfoques basados en los alimentos para prevenir o tratar muchas enfermedades. Ahora hay evidencia científica para respaldar el dicho “somos lo que comemos”, y este proceso comienza en la vida temprana.